jueves, 6 de junio de 2013

ECOVIGILANTES. APRENDIENDO SERVIDUMBRES VOLUNTARIAS

El 23 de febrero aparecía en la prensa un pequeño artículo dirigido al apartado de Cartas al director, escrito por un padre consternado ante la política educativa aplicada a su hijo de corta edad.
El artículo decía lo siguiente: “Me gustaría saber si es sólo a mí a quien sorprende la ocurrente nueva enseñanza que nuestros hijos reciben en los colegios públicos de Andalucía. Tengo un hijo en primaria, sus amigos son también niños de alrededor de 10 años. Pues bien, el otro día, el pobre venía triste del colegio porque le había tocado ser ecovigilante del recreo. Por si no lo saben, esta es una nueva figura de aprendizaje lectivo que consiste en chivarse a los maestros que están de guardia del niño infractor que tira algo al suelo en el patio durante el necesario expansivo-evasivo recreo. El cargo desde luego no es voluntario, cada día durante el recreo dos niños de cada curso de quinto y sexto de primaria son obligatoriamente ecovigilantes por turnos sucesivos. Mi hijo venía triste porque ese día tuvo que denunciar a uno de sus amigos. Se quejaba de que encima de ser un esbirro obligatorio y de perjudicar a su amigo, también se había perdido el recreo. Convertir a cada ciudadano en un delator en potencia es una auténtica enseñanza ciudadana, esto sí que es ciudadanía”.
Como apunta Étienne de la Boétie en su magistral ensayo sobre la Servidumbre voluntaria, “la naturaleza del hombre es ser libre y querer ser libre, pero fácilmente se acomoda a otra condición cuando la educación le prepara para ello”.(1)
¿Qué valores e ideales se están transmitiendo, cuando se obliga a niños de corta edad a encarnar la figura de la delación, a denunciar a sus propios compañeros?
Vivimos una época de caída de los ideales, si resulta que el niño es forzado a ocupar el papel que tendría que ejercer el maestro y a la vez el profesor renuncia al ejercicio de su autoridad, nos encontramos con que los papeles de los diferentes actores están invertidos. Al renunciar el adulto a ejercer su papel, dimite de su responsabilidad, obligando al niño a su vez a hacerse cargo de actividades propias de los adultos.
¿Están potenciando futuros delatores, o simplemente están tan desorientados que no tienen conciencia de aquello que están inculcando? Tanto lo primero como lo segundo no distan de ser nefastos.
Muy preocupados están por la cada vez más proliferación de actos violentos en las aulas, cuando no tienen en cuenta que con este tipo de políticas están precisamente y paradójicamente propiciando y creando un caldo de cultivo para que se reproduzcan actos violentos, impulsando a los sujetos a posibles actuaciones que tratan de erradicar.
(1)Étienne de la Boétie. Discurso sobre la servidumbre voluntaria. Editorial Tecnos. Madrid 2010.

domingo, 2 de junio de 2013

La exclusión social.










La bellísima fotografia de Bernardo Pérez nos muestra como un grupo de hombres de Bangui, en el rio Ubangui, unidos por un finísimo hilo pueden afrontar la difícil tarea de la pesca en un lugar cuyo fondo está poblado por cocodrilos. La superviviencia y la posibilidad de lograr alimento hace que aúnen sus fuerzas para poder vivir. Aún a riesgo de la propia vida.

La República Centroafricana es noticia como uno de los lugares del planeta dónde la vida y la muerte codo a codo forman la cotidianidad de millones de personas. No es que vida y muerte se vean la cara solo en este rincón del planeta pero quizá si sea uno de los lugares dónde la crueldad, la explotación y la exclusión se dan de una manera más despiadada y cruel.

República Centroafricana es un lugar donde la explotación del hombre por el hombre, la dominación y la exclusión nos cuestionan qué cosa es esta que domina a los humanos, más bien deshumanizados, que hace que se torture al semejante sin escrúpulos.

Belgas y franceses explotan su subsuelo y sus gentes, para extraer diamantes y oro, verdadero manantial de riqueza, empleando todos los medios posibles para excluir a la mayoría negra que puebla estas tierras. Pero a su vez los negros son absolutamente crueles con la población de pigmeos a los que a su vez excluyen y mantienen apartados de toda posibilidad de lugar social.

Los excluidos, excluyen.

Esta cadena de dominio y sufrimiento pone una vez más de actualidad el tema de la pulsión de muerte y del oscuro horizonte del ser, donde las tendencias estructurales de los sujetos atraviesan y marcan su historia y la historia de la humanidad con lo que insiste y no deja de repetirse.