miércoles, 17 de septiembre de 2014

Otra vez la violencia de género

violencia de genero
Disculpen los lectores que nuevamente escriba sobre este tema que, lamentablemente, continúa siendo un tema de actualidad.
Revisando mis notas y noticias extraídas de los periódicos, encontré una que realmente me impactó y no sólo me impactó, sino que me produjo desasosiego y a la vez una terrible irritación.
Se trata de una noticia aparecida en la prensa nacional el día 17 de marzo del presente año cuyo título es: Prisiones no “encuentra” a 264 asesinos de géneroEl artículo dice que instituciones penitenciarias achaca este hecho a un error estadístico y asegura que en el futuro el fallo se subsanará.
El hecho es que de 539 hombres condenados entre el año 2003 y 2012, instituciones penitenciarias sólo tiene contabilizados a 275. El resto, o sea 264 hombres no figuran en los registros de población reclusa o se encuentran en distintos grados de libertad o podríamos añadir nosotros, no tienen una certera idea de su paradero.
Supongo que a vosotros la lectura de esta noticia no os dejará impávidos, tal como me ocurrió a mí. En el artículo anterior que titulé No atinamos con la violencia de género hacía referencia que a pesar de las políticas que se vienen aplicando para paliar este mal, buenas políticas, pero no suficientes a la hora de prevenir esta pandemia, se suma ahora en el caso de nuestro país, negligencias judiciales, incluso es poco atinado a mi entender nombrarlas negligencias, debido a la gravedad del problema en cuestión.
También apuntaba a que si no conocemos las causas que los lleva a ellos,- y me refiero a ellos, porque la inversa es minoritaria- a ejercer  tanto violencia física como psicológica sobre sus mujeres, las historias de maltrato siguen repitiéndose. No existe un perfil específico del agresor como tampoco de la víctima, pero podemos encontrar hombres hipercontrolados/hipercontroladores: ejercen la violencia para afirmarse en su supuesta inferioridad. Cuando sienten que pierden el control, su violencia estalla después de haber sido contenida durante largo tiempo.
Hombres ciclotímicos o emocionalmente inestables: ejercen la violencia para rechazar sus sentimientos de  abandono, inferioridad, impotencia. La mujer les sirve de escudo, dependen absolutamente de ellas y pueden llegar a matarlas o matarse, si atisban el abandono. Hombres-niños que no toleran la pérdida, no pueden vivir sin ellas porque una vez muertas no tienen con qué sostenerse en la vida.
Hombres generalmente violentos: ejercen la violencia con frialdad, sin culpa y sin perder el control. Son encuadrados en la categoría de antisociales.
Tanto en el maltratador como en la víctima, existe una historia particular, propia, podríamos decir que detrás de cada historia de violencia, encontramos personas que tienden a reeditar sus propias experiencias de vida.
En el caso de ellas, si nos referimos al maltrato psicológico, éste supone la anulación de la subjetividad de la víctima. Las armas del maltrato psicológico son la humillación, la descalificación y la culpabilidad. Ej: Tú no vales nada; tú no puedes hablar, así que calladita; si me hubieses hecho caso, no habría pasado esto, etc.
Lo más importante del tratamiento con este tipo de pacientes es ayudarles a discriminar entre la culpabilización de la que ha sido objeto y su propia responsabilidad.
Muchas mujeres que logran escapar o sobrevivir al maltrato, narran que un primer sentimiento que se apodera de ellas, es el de no saber quiénes son. Como ejemplo, la película de Iciar Bollaín Te doy mis ojos donde Pilar, la protagonista, no dice lo que piensa, ni lo que siente, porque no lo sabe. Es una mujer que no es ella misma.
Insisto en que los protocolos estandarizados de tratamiento que no permiten tener en cuenta que detrás de cada maltratador y cada mujer maltratada hay una historia particular y única, con sus respuestas  estandarizadas condenan a menudo a la cronificación y a la repetición, porque sin abordar la particularidad no es posible salir de la repetición.

Mirta García Iglesias
Psicóloga clínica.
Socia fundadora de Asociación Vínculo.

lunes, 15 de septiembre de 2014

La pederastia o el secreto de una verdad escondida

Metro Ciudad Lineal
Los acontecimientos recientes en Madrid acerca de varios casos de pederastia mantienen en vilo tanto a policías como a padres, familiares y vecinos de nuestra comunidad.
Desde Villaviciosadigital me llega la preocupación de los padres por saber cómo actuar con los niños ante la amenazadora posibilidad del acercamiento de un sujeto que entraña un peligro para los pequeños.
¿Qué es un pederasta? Todos sabemos que un pederasta busca como objeto de su acción a un niño o niña para  satisfacerse sexualmente.
Como en otras ocasiones, nuestra tarea práctica nos conduce a preguntarnos más allá de lo que se ve para adentrarnos, de nuevo, en los rincones más oscuros y escondidos del ser.
Desde Freud sabemos que la sexualidad constituye la marca a partir de la cual se determina la posición de un sujeto, es decir la manera, la forma en que un sujeto se relacionará con sus semejantes, con su trabajo, con el mundo y, sobre todo, con su modo de goce, de satisfacción, en sus relaciones con el otro sexo, con el mismo, o con él mismo.
Sabemos que la sexualidad no responde a ninguna norma. Toda sexualidad responde a cierta a-normatividad en el sentido de su complejidad ya que como nos muestran los nuevos tiempos, el cuerpo biológico no es lo más importante para determinar qué objeto se elegirá como compañero, o qué identidad sexual se tendrá en el futuro inmediato. Dicho objeto puede ser un zapato (fetichismo), un animal (zoofilia), excrementos (coprofilia), un hombre, una mujer… Se puede someter al otro (sadismo)… masoquismo, exhibicionismo, tener todo tipo de fantasías que se alejen de lo genital… Resumiendo, no parece pues, que se pueda hablar en lo que concierne a lo sexual, ni de naturalidad ni de normalidad.
Según los avatares de cada uno en su vida sexual infantil, así los sujetos tendrán una estructura psíquica neurótica, psicótica o perversa y, en consecuencia, su vida sexual de adulto presentará diferencias.
La pederastia es un tipo especial de perversión caracterizada por elegir un niño como objeto de goce. El perverso vive una doble vida. Tiene una cara oculta que lleva en secreto en el ambiente familiar, en el trabajo e incluso en alguna institución de renombre a la que pertenezca. En estos lugares se presenta como un marido y padre, incluso modélico, y despliega toda una farsa que convive en secreto con su otra escena, la privada, donde lo peculiar de su subjetividad perversa coexiste en dos lugares, a veces, durante toda una vida.
En su vida pública, el perverso muestra su versión de hombre de bien, su cara, su semblante de acuerdo a las leyes y a las costumbres tradicionales, respeta las normas de la convivencia y ejerce su lugar oficial de cara a la galería. En la vida privada, muestra la verdad de su historia íntima y oculta. La verdad en el sentido de que es lo oculto lo que rige verdaderamente, lo que se le impone como satisfacción.
El perverso busca realizar en acto su modo de gozar aunque para ello no obtenga el consentimiento del otro que ha elegido; hay un forzamiento del otro. El perverso no siente ninguna culpabilidad de sus actos, mientras el neurótico, la mayoría de a pie, se siente culpable sólo con imaginarlos.
El perverso mantiene una actitud desafiante ante la ley y sus representantes pero se mantiene fiel a la ley que rige su forma de gozar. Ley que no conoce ni la culpa, ni el arrepentimiento.
El perverso sabe muy bien cómo, dónde y con quién alcanzar la satisfacción sexual, lo cual implica un alejamiento de algunas caras de lo humano.
El perverso, en este caso pederasta, puede ser un hombre muy respetado en su medio social. Se presentan amables y sensibles para conseguir su finalidad, la cual constituye toda una maniobra que despista y engaña a las víctimas. En este sentido, respondiendo a la pregunta de Villaviciosadigital, es conveniente que los padres hablen con sus hijos para advertirles del peligro ante desconocidos. Así también en otras épocas los padres nos han dado a conocer que hay “hombres malos”. Eso sí, no todos.
La pederastia es un ejemplo para profundizar en los difíciles y angostos caminos de la sexualidad en los sujetos, que en muchas ocasiones quedan encadenados a ciertas marcas de su historia infantil.

Ana Ramírez.
Psicólogo clínico-psicoanalista de la Asociación cultural VÍNCULO.


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